Días más brillantes y noches más oscuras
Esta consigna me ha acompañado en los últimos años y desde entonces ha ido moldeando mis días.
¿Por qué días más brillantes y noches más oscuras? Biología y filosofía nos recuerdan constantemente que somos parte de la naturaleza, la cual sigue ritmos y ópera con ciclos. Nuestros procesos internos también operan bajo sus propios tiempos, ritmos y ciclos.
Los ciclos circadianos son cambios fisiológicos y conductuales que se suceden rítmicamente a lo largo de un día. No solo en el ser humano, sino en muchas formas de vida. Estos ciclos están regidos por un reloj interno, uno central y muchos periféricos, en los diferentes tejidos, regulando importantes funciones para la vida.
Los ciclos circadianos dependen de elementos externos para mantenerse sincronizados, uno de los principales es el contraste entre luz y oscuridad. Antes esto era inevitable, hoy nuestras formas de vida han cambiado, y nuestra existencia transcurre en interiores oscuros durante el día y en noches excesivamente iluminadas. Esto genera como consecuencia la alteración de los ritmos circadianos, conocida como cronodisrupción, con múltiples consecuencias para la salud.
¿Cómo intento tener días más brillantes y noches más oscuras? Te cuento.
Por la mañana, al levantarme, salgo a ver el amanecer después de escribir y meditar. Hay una pequeña terraza en el lugar donde vivo, equipada con unas sillas y una mesa. A mi izquierda hay dos pinos altos y, frente a mí, las montañas al fondo y árboles, algunos frutales. En el paisaje predomina lo verde. Uno de mis profesores de la maestría de Psiconeuroinmunología nos dijo que nuestro cerebro añora lo verde, la naturaleza, puesto que evolutivamente hemos permanecido durante millones de años inmersos en ella y que por ello nos hace bien. Además, todas las mañanas cantan unos pájaros, un hermoso sonido que también anuncia el amanecer, ellos también tienen sus ritmos y sus tiempos.
Dirijo mi mirada hacia la porción de cielo más brillante, no veo al sol directamente (Si bien es una práctica que con conocimiento adecuado se puede realizar). Simultáneamente practica la respiración consciente durante 10 minutos, que contabiliza por una aplicación que me ayuda a llevar registro del tiempo cuando medita (Plum Village). Y en esos minutos ¡Gano tanto! Es tanto lo que recibo de una práctica tan sencilla, que no me queda más que agradecer.
Continúo en la terraza, reviso mi agenda del día y estudio aproximadamente una hora más en presencia de luz natural. ¡Siempre he sentido una preferencia por los lugares con luz natural, siempre regreso a ellos!
Cuando atiendo pacientes online desde casa, trabajo en el mismo sitio. Aunque ahora, mientras escribo estas líneas, me encuentro dentro del consultorio atendiendo pacientes presencialmente. Observe el bombillo de luz amarilla que ilumina el espacio, antes era una luz blanca y fría. Este cambio ha hecho percibir el espacio más acogedor y me siento menos cansado al final de la jornada. Aunque también aumentó la temperatura en el consultorio.
A la hora del almuerzo, salgo a la calle y camino unos 15 minutos mientras me expongo a la luz solar. La exposición solo es en mis brazos y rostro. Nuevamente esa caminata y luz solar me devuelve energía.
Entre citas médicas, procuro salir a caminar, recibo aire, luz, quisiera tocar la tierra, pero solo alcanzo a tocar la hoja de una planta. Entonces en ese momento yo también respiro y regreso listo para acompañar al siguiente paciente que viene a buscar mi ayuda.
Cae la tarde y salgo también a recibir los últimos rayos de luz solar. Experimento esa luz como algo reconfortante. Ahora al recordar esa sensación, suena de fondo una pieza de música clásica que me conmueve.
Me vienen memorias, de atardeceres en Grecia, en el Templo de Poseidón, a orillas del mar… atardeceres en Italia, por las calles de Florencia cerca de la Catedral de Santa María di Fiori o en España caminando por el parque El Retiro… Los atardeceres de lectura en la terraza de mi casa… Y otra vez agradezco.
Ceno cerca de la hora en que el sol se pone, intentando seguir la regla de comer mientras haya luz solar para mejorar la calidad de mi sueño y muchos procesos más.
Por la noche al llegar a casa, las luces amarillas en los espacios comunes aún no son tan tenues como quisiera. Mi teléfono activa automáticamente un filtro de luz azul, se activa una pantalla en color rojo. En mi habitación, encendiendo lámparas con bombillos rojos que me resultan naturales y agradables, ayudándome a calmarme para dormir y que no interrumpen la producción de melatonina. Luego realizo una lectura, una práctica de gratitud, escribo y apago la luz, haciendo una corta meditación. Intentó que el dormitorio quede completamente oscuro, y use un antifaz cuando sea necesario. Esto ha mejorado la calidad de mi sueño. Me duermo agradeciendo y esperando despertar nuevamente con el sol y con el canto de los pájaros para tener mi hora dorada, ese tiempo y espacio donde puede emerger algo de mi propia hondura.
Cierro este escrito ahora por la noche con la frase de Juan Antonio Madrid, cronobiólogo español:
¡Apaga la luz! ¡Enciende las estrellas! ¡Equilibra tus tiempos!